Laura y Andrés llevan más de 10 años juntos.
Y como buenos compañeros, aprendieron a hacer equipo dentro y fuera del hogar.
Él es bueno con las manos, ella tiene buen ojo para los detalles.
¿El resultado? Un taller lleno de mini camisas, abrigos con orejitas y bordados de perritos que derriten corazones.

No trabajan para hacerse ricos.
Trabajan para ver sonreír a los clientes peludos, y a sus dueños.
Cada pedido lo hacen a mano, con calma, con cuidado.
Y cuando lo entregan, lo dicen con orgullo:

«Esto no es solo ropa para mascotas.
Esto lo hicimos como si fuera para la nuestra.»