Doña Martica

era conocida por su risa contagiosa y su carrito amarillo lleno de chocobananas. Cada una llevaba un palito con frases como: «Hoy es un buen día» o «Sonríe, te queda bien».

Tras perder a su esposo, Martica decidió seguir adelante haciendo lo que él siempre le decía que hacía mejor: repartir dulzura.

Con cada chocobanana, regalaba también esperanza. Una niña triste, un anciano solitario, un joven estresado… todos encontraban en su carrito algo más que chocolate: encontraban consuelo.

Y así, sin saber leer ni escribir muy bien, Martica terminó enseñando al barrio entero lo más importante: que la alegría también se puede servir fría, en un palito, y con mucho, mucho amor.